Un microcuento andino

A un costado del camino, a las faldas del Cerro Narrío, se encuentra un pequeño rebaño de alpacas cubierto por el crepúsculo matutino. Muy cerca de estos camélidos está una pintoresca casita de adobe en cuya ventana se divisa, tras la cortina, la silueta de Juana Llivicura. Dentro de su habitación, Juana guarda en su shigra de colores sus suaves alpargatas, su blusa bordada por ella misma y su foto familiar. Sus ojos emanan hilos salados y cristalinos, pues su padre, Luis, minutos antes de ir a su jornada de trabajo agrícola, no muy lejos de casa, le ha advertido que si sale del hogar para casarse con Manuel Sinchi no le perdonará nunca.

  

María, su madre, suscaleña de nacimiento, ha decidido preparar y compartir el último desayuno con su hija antes de verla partir con Manuel. María muele con experticia el maíz dejado al sol días antes, cuando supo que su hija se había enamorado. María prepara los chiviles con sabiduría. El olor a café concentrado en la cocina asciende cual fantasma por las gradas, se filtra por entre las paredes de adobe y carrizo del pasillo, atraviesa la puerta de la habitación de Juana quien percibe el olor de los recuerdos: su padre llegaba cultivando el café, además, de las hojas de huicundo con las que la familia, entre risas, envolvía los chiviles, Los degustaban juntos en la mesa mientras sus tiernas miradas se entrecruzaban entre los vapores de la comida.

Juana deja por un momento su shigra y baja las gradas como hipnotizada por el olor de los recuerdos. En el umbral de la cocina sus ojos se tornan como minúsculos trocitos de vidrios rotos. Su madre le extiende la mano con un poco de maíz molido y queso. Juana: —Pero, madre, no hay hojas de huicundo—-. María, sonriendo: — lo sé, hija—. De repente, su padre ingresa por la puerta con el mismo olor a tierra húmeda del campo. Las miradas entre padre e hija se entrecruzan. Luis se aproxima al mesón de la cocina y desenvolviendo su poncho saca las hojas de huicundo. Juana abraza a su padre alegremente mientras mira, a través de la ventana de la cocina, a Manuel esperando de pie en la vía que conduce hacia Cerro Narrío.