En una tarde cuencana la cámara, de manera contemplativa, (a lo que Barthes lo denomina noema de la fotografía hecha cine), se ubica en un sitio estratégico, a fin de captar una parte de la realidad cuencana, escrutar y reflexionar sobre los transeúntes y sus formas de desplazamiento hacia sus destinos, mientras llega el ocaso y las primeras horas de la noche.
El cortometraje establece puntos de relación entre el espectador y la obra, al generar el pensamiento de "ya estuve ahí"; es decir, realidades y recuerdos del pretérito y del presente, materializada en una forma cinematográfica in praesentia.
af