En el siglo XVIII se generó en América Latina el fenómeno de la europeanización, un proceso de "colonización continua" emprendida por los burgueses quienes, tras su retorno desde el viejo continente, procuraron instaurar los códigos exógenos en las distintas cosmovisiones ancestrales.
La palabra centroamericana "catrín" hace referencia a aquella presunción elitista a través de la vestimenta como representación de estatus social -forzadamente impuesta- durante los siglos subsiguientes: XIX y XX, y que procuraron desplazar a la vestimenta tradicional y la identidad intrínseca que conlleva.
José Guadalupe Posada ironiza al catrín y a la catrina cubriendo, de vestimenta típicamente burguesa, al personaje de la calavera. Este gesto irónico sitúa a la osamenta viviente como alegoría de la crítica social y la reivindicación de lo ancestral.
Giro epistemológico del monema Catrina
El significado de catrina, a lo largo del siglo XX, ha ido variando por la nueva moda, el consumo, la publicidad y la novedad mediática, a tal punto que se ha propagado por todo el mundo como una forma de manifestación típica y popular de la muerte, en las fechas comprendidas entre el 31 de octubre hasta el 2 de noviembre, sin evocar -claro está- su significado primigenio de decolonialismo.
Catrinas y la canonización a la Muerte
Cuenca como ciudad cosmopolita, acoge este elemento mexicano en el contexto del día de los difuntos (2 de noviembre) para darle un tono religioso: la catrina constituirá también, la alegoría de la Santa Muerte. Este ritual no cae en lo sacrílego; sino más bien, procura dignificar y santificar a uno de los componentes de la vida, mediante la prolija planificación y realización de actividades de seducción e invitación al dios Tánatos, a prolongar su permanencia en este mundo e impedir que regrese al averno portando, en sus infernales carruajes, algunas ánimas cuencanas.
Entre las actividades que se realizan en el museo, con esta atmósfera fúnebre, destacan: la pasada del niño diablito, rockancicos, diablitos de pan, colada sangrienta, además de exposiciones, danzas ancestrales, desfile de catrinas, de modas extremas, tertulias, puestas en escena de obras dramáticas y performativas, etc.
Eduardo Moscoso artista plástico y director del Museo-café "Prohibido Centro Cultural," con un acervo ancestral y occidental generó, a principios de los noventas, un espacio de visibilización del arte extremo, bizarro, escatológico, outsider, surrealista, etc. Visto desde la óptica foucaultiana, ha establecido las distintas heterotopías de empoderamiento de un espacio tradicional de Cuenca: El Vado.
Finalmente, el proyecto museístico establece para los estudios estéticos, nuevas formulaciones conceptuales referentes a la creatividad decolonizadora, subversiva e irónica en el contexto de una ciudad, tradicionalmente, conservadora y ortodoxa.
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