La persistencia histórica en la retina del pueblo
El muralismo trabaja, frente al riesgo
de que se pierdan memorias populares, reactivando
procesos de reconstrucción de identidades grupales
basadas en la recuperación del pasado histórico
nacional y sus tradiciones.
Claudia Mandel
El muralismo es un arte plástico milenario, cuyo soporte lo constituye principalmente, los muros y los frentes de las edificaciones. Estos muros se caracterizan por estar compuestos por distintos materiales según las épocas históricas y el avance de las técnicas de edificación. Algunos de estos materiales perduran hasta nuestros días; tales como: el barro en bloques de adobes, recubiertos a su vez, con empaste de yeso y cal; muros de piedras caliza, de granito o alabastro. Además, existe otras tipologías de muros de amplia diversidad de materiales y texturas como madera, ladrillo, hormigón, acero, etc., soportes sobre los cuales, el muralista los trata previamente, mediante la técnica de la imprimación, a fin de que los pigmentos se fijen y perduren en el soporte.
La historia del muralismo data desde las primeras pinturas rupestres de Altamira, en el Paleolítico; las imágenes han sido fijadas en los frescos, relieves y mosaicos por los pueblos primitivos; luego, formaron parte del quehacer artístico de los pueblos sirios, egipcios, greco-romanos. En la Edad Media la técnica se traslada al interior de los templos a fin de representar la iconografía religiosa.
Durante los primeros años del siglo XX, el muralismo es recuperado como un arte decolonialista impulsado por Álvaro Siqueiros, Diego Rivera y José Clemente Orozco quienes evidenciaron la ideología subversiva, al magnificar las imágenes de la injusticia social. Los murales están ubicados a la vista de la población, y en sitios estratégicos del D.F. a fin de generar conciencia colectiva en sus pobladores sobre la historia de la Revolución mexicana.
A mediados del mismo siglo, el impulso del muralismo ecuatoriano fue dado por Oswaldo Guayasamín, Eduardo Kigman, Camilo Egas, Pavel Égüez, entre otros artistas plásticos, quienes evidenciaron un discurso pragmático del indigenismo a través de sus obras pictóricas, las cuales están presentes en los espacios públicos de determinadas urbes ecuatorianas, principalmente en la capital.
Eduardo Kigman en su artículo La vida popular en Ecuador destaca "[...] (la) necesidad de marcar los espacios sociales y físicos a partir de criterios de ornato [...] además de los elementos que [...] profundizaron los conflictos entre esa cultura y el mundo indígena y popular". (pág.48)
El muralismo latinoamericano tiene como fin democratizar la historia ancestral y republicana a través del arte pictórico sobre soportes de grandes dimensiones (paredes, muros, bases estructurales, etc.) predominando el uso de la técnica realista, cuyas temáticas se centran en la identidad de los pueblos latinoamericanos en los procesos de conquista, en la colonización, en las hazañas independentistas, en los procesos de neocolonialismo, así como el rescate de lo ancestral y lo popular, perennizando de esta forma, la historia de los pueblos en la memoria colectiva.
La ideología del muralismo en Cuenca
El muralismo cuencano, además de los temas históricos decoloniales e independentistas abordan a personajes representativos de la ciudad, tanto de quienes cultivaron las artes, como de aquellos que desarrollaron las artesanías y las tradiciones populares.
Los murales constituyen para el pueblo, una de las formas de contacto permanente con la sensibilidad plástica; a la vez que, actualizan la historia y fortalecen de esa forma, la identidad cultural en un mundo de alienación mediática.
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