La historia de un niño ciego y su perrito Dag

     Mi nombre es Dídimo, nací en una aldea encantada. Tengo los ojos claros como los de mi hermanito Henrik. Cuando cumplí mis cuatro añitos de vida, mi madre nos compró un balón, unos zapatos deportivos y una camiseta verde-según escuché- era su color. 

    Henrik al ver los regalos, dijo entusiasmado: -¡Ay mamita, qué linda que es Ud! Yo dije: -Mamita, yo quiero tocar el balón... ¡Ay qué lindo!, ¡qué lindo...! Mis ojos siempre permanecían abiertos, y giraban con normalidad, ¡pero lo que no sabía mi madrecita es que yo era ciego.

    Días después mi papá que había recibido un dinerito extra en su trabajo nos preguntó a Henrik y a mí: -¿qué  desean niños, que les  compre?. Henry pidió un triciclo y yo pedí un perrito. Mi madre añadió. ¡Ah si¡, yo vi a un hermoso perrito de felpa. No mamita, yo quiero un perrito de verdad.

   Las compras se hicieron. Henrik, jugaba en su triciclo y yo conversaba con mi perrito: Perrito, ven acá. quiero hablar contigo, pero en un lugar secreto. Como yo tenía al perrito en mis brazos, sentí que movía su cola, como aceptando mi propuesta.

-Alva, ya vamos al mercado- decía mi papá a mi mamá.

Askel: -espera un momento que Henrik también quiere ir.  ¿Y Dídimo?...

-Dídimo está jugando entusiasmado con el perrito.

-¡Ah!, está bien. Entonces que se quede en casa. Regresaremos lo más pronto posible.

    Mis padres y Henrik salieron. Mi perrito sentado a mis pies. Esta era la oportunidad de establecer un diálogo y un compromiso entre los dos.

    Tomé con mi mano derecha su cabecita, de modo que sus ojos estuvieran frente a los míos y le dije: Tu nombre va a ser Dag, que significa "luz del día", vas a ser "mi luz”, el guía en mi caminar. No quiero que mis padres, ni mi hermanito gemelo sufran... Es posible que algún día se den cuenta de que no veo, pero lo importante es preocuparles lo menos posible. No me abandones Dag.  ¿Sí?

    De acuerdo, seguramente dijo Dag, que sentí acercar su cabecita a mi rostro, menear rápidamente su cola y su patita derecha colocar en mi mano. ¡Ya!  Somos buenos amigos. Y desde ese día, sentí que juntos íbamos creciendo y creciendo.

   Mis ojos se hacían los que veían cuando mi mamá me indicaba cómo tender la cama.  Dag, tomaba con sus dientes la sábana de un lado y yo del otro.  Mis dedos eran mis ojos y mi olfato me permitía hacerme una idea de en qué lugar estaba. Dag, era mis pies, mi vista, mis manos.

   En cierta ocasión, cuando yo tuve l6 años. Edad de mi adolescencia. Dag y yo salimos de paseo por las calles de la aldea de Nordvagen. Sucedió el milagro más grande. Una hermosa niña, (según mi Dag describía con movimientos y acercamiento cariñoso de su cabecita a mi rostro) me tomó la mano y con frases llenas de ternura y voz angelical, me dijo:  Yo sé cómo te llamas. He visto a tus padres y a Henrik, conozco a Dag. Yo también nací en esta hermosa aldea y para mí es un verdadero paraíso, te invito a salir a contemplar el sol a medianoche. -¿Cómo es eso?- le pregunté sorprendido. 

Astrid: -¿Acaso no te han contado tus padres lo que sucede en estas fechas?

Dídimo: -No, no lo he sabido-

Astrid: -Pues llegó la hora de que admires esta maravilla de la naturaleza. Ve, a tu casa con Dag, pide permiso a tus papis, y nos iremos juntos.  Yo te espero aquí...

Dídimo: -Bien.

Fui a mi casa y dije a mis padres:

-Papitos queridos, quiero que me autoricen salir un momentito a media noche, a dar un paseo con Dag.

Arthur.  ¿Cómo que de noche?

Alva: Hijito... ¿qué pasó?  Por la noche nunca hemos salido.

Yo respondí (haciendo un gesto de súplica) Mamita, papito. Conocí a una hermosa niña, y quiero ir con ella, a ver el sol de medianoche- Mis padres se miraron uno al otro, algo sorprendidos.  Mi madre se acercó a mi oído derecho y me dijo: 

-Tengo que convencerle a tu papi. Tú sabes cuánto te quiere y te cuida. Espera unos segundos... 

-No sé qué habrán dialogado entre ellos, pero aceptaron mi petición-.  Salí con Dag. Astrid me esperaba.

   Llegamos al lugar y sentí que Dag daba saltos de júbilo y que su meneante colita topaba mis rodillas. De pronto... una ráfaga de luz se cruzó ante mis ojos…¡Oh! ¡qué hermoso sol! -exclamé- La gente se aglomeraba y cantaba Sol Ute Sol Inne.

   Busqué con mi mirada a Astrid…Ella no estaba... Dag corrió (meneando la cola) hacia una hermosa dama de ojos claros y a un caballero sonriente...yo entonces pude verlos a mi madre y a mi padre.

af